Entre las numerosas propiedades de la miel se encuentra la de nutrir e hidratar la piel.
La miel nos aporta vitaminas, oligoelementos y aminoácidos, y cuando se endurece y cristaliza (a menos que haya sido calentada para evitar este proceso natural) se convierte en un agradable exfoliante eliminando células muertas y regenerando la piel.
Se puede aplicar con agua para reducir su viscosidad y facilitar su aplicación, y se elimina rápidamente con agua tibia.
Además aporta agradables sensaciones a la vista, tacto, olfato y gusto, dejando la piel relajada, suave y sedosa.
Algunos también nos afeitamos con ella.
Si nunca lo has probado, pruébalo a poder ser con una miel de confianza.
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