junio 05, 2007

Derecho al pataleo.

A pesar de la imagen bucólica que de la apicultura se tiene, lo cierto (y cualquier colmenero lo ratificará) es que su dureza hace desistir a más de uno.
Es fácil imaginar la incomodidad de ir enfrascado en un traje espacial, el calor, el peso de las colmenas, la posición de trabajo que balda riñones y espalda y por supuesto los picotazos (pues no se olvide que trabajamos con ganadería "brava"). Estos obstáculos son ampliamente superados por la afición del apicultor, pero la soga que hace dudar de la continuidad de esta profesión en nuestro país viene de la mano de la administración. El precio del carburante, el bajo precio de la miel debido a la importación (solo aclarar que la miel española es más apreciada fuera, sobre todo en Alemania, que dentro de nuestro país, aquí consumimos miel china que sale más barata a los intermediarios), nuevas enfermedades, reiterado uso de pesticidas que en otros países ya han sido prohibidos, controles veterinarios con poca eficacia y gran desconocimiento del verdadero problema, a lo que se suma en la Comunidad Valenciana el chapucero decreto de "la Piñolá" (al que dedicaremos una entrada) que condena al apicultor a alejarse del naranjo debido a un inexistente plan de ordenación de cultivos citrícolas, privándole así de la excelente miel de denominación de origen que los apicultores venían trabajando durante años.
Por supuesto en ningún lugar se nombra la labor polinizadora de la que se beneficia el entorno natural, la agricultura y en consecuencia la vida.
Este problema es extensible a todos los trabajos del campo. Agricultores y ganaderos sufrimos la dejadez y estupidez de instituciones. El campo agoniza hasta que a alguien se le ocurra poner parkímetros en los prados o a cobrar el aire puro.
Aún así pocos pastores querrán dejar de serlo, pocos agricultores cambiarán el cuidado de su tierra por un trabajo más remunerado, y pocos apicultores los aguijonazos por despachos. Y es que nosotros sí le damos valor al campo:


Lluvia y atasco yendo a la oficina.






La oficina.

En la Sierra.






Tras recoger del tomillo y el azahar en el valle a unos 100m de altitud, trashumamos hacia las sierras del Maestrazgo y a unos 1800m situamos el colmenar entre tomillares, en un paisaje idílico, lejos de contaminación y sulfatos.